
Ya casi sin fuerzas sostengo la pluma en mi mano, no confío en la memoria que asegura apuntar de manera ordenada cada frase rebuscada que nace de mi alma al ver escrito tu nombre en el rincón de una hoja entre mis apuntes de vida... Mi amiga incondicional, mi fiel consejera me dice que no debo olvidarme de mis errores; pero lo que la experiencia no sabe es que gracias a ese consejo es que hoy agoniza mi orgullo sin poder recuperarse, empeorando cada vez un poco más... Lo único que quedaba en pie, era mi castillo de hielo; pero tus palabras dirigidas a otra, derrocaron mis sueños, dragones guardianes de este palacio vacío; las indirectas bombardean la tranquilidad y todo se derrumba; ahora estoy en medio de la nada, desprotegida y desahuciada. Una baraja de viejas cartas de amor se ofrece a formar ladrillos para construir una trinchera, refugio seguro para mi orgullo agonizante que se niega a aceptar que está herido de muerte. Sin pedirle opinión, acepto el ofrecimient, la dignidad lo cuida mientras yo recojo unas gotitas de valor en el río del coraje, para llevar al hecho mis deseos. Me arriesgo sin más a morir en el campo minado de la incertidumbre, sin embargo avanzo con el paso firme e indeciso, soportando la herida punzante de tu silencio, dejando a mi paso huellas de tinta marcadas por un corazón poeta que ha hecho todo lo posible por decirte cuanto te ama, que se desvive por tu mirada, sobreviviendo al rechazo permanente de tu parte, anhelando vehemente que esas indirectas lleven grabado mi nombre y apellido con letra in

No hay comentarios.:
Publicar un comentario