sábado, 8 de enero de 2011

Princesa de Hielo


En un suspiro helado, dejo escapar tu nombre de fuego que se deja congelar por el frío de mi corazón cansado de llorarte día y noche, consiente de que nunca serás para mí…
Cada paso que hago, recorriendo mi jardín de nieve, me roba una lágrima de hielo. Otro recuerdo de cristal se hace trizas contra la realidad, obligándome a convertirme en la Cenicienta de este témpano, para limpiar las zozobras de este amor eterno que aún sabiendo que es prohibido se niega a dejar de crecer…
El paisaje parece ser cálido detrás de las montañas, donde el sol se esconde, donde la luna guarda sus secretos… Pero mira que hermoso panorama natural, es tan bello ver las sierras acobijar el sol, mas es una lástima que no pueda apreciarlo, porque correría el riesgo de que mi hielo se derrita por la belleza de esa esfera de fuego, si me salvo a duras penas de tu mirada, sería el colmo que me deje morir por ver un bello horizonte…
Ay amor! Cómo desearía dejar de ser la princesa de hielo que escarcha cada rosa a su alrededor con su sola presencia para así poder pasear a tu lado por entre las flores de amor que con tanto cariño cuida el jardinero de la esperanza en el vivero de mi corazón.
Ojala algún día deje de ser lo que soy… ¿Estoy siendo consiente de lo que digo? Sería como querer suicidarme pero sin manchar mis manos de hielo… Ya ni sé lo que digo, pues la razón presentó su renuncia hace mucho tiempo, y sabes quién fue el único culpable? Tú, mi bello príncipe… dueño de mi ensueño, prócer de mi alma, ángel de mi cielo gris…
Te amo, y no puedo evitarlo… Es imposible dejar de hacer algo que poco a poco se ha convertido en el impulso de mi respiración, en el dogma de mi desquicio, en la única excusa que tengo para volver a despertar cada día, creyendo que te encontraré a mi lado… Pero cuando deseo abrazarte, comprendo que te has ido, junto con ese tierno sueño que ha muerto en el intento de llegar a la realidad…
Coronada con la tiara de la frialdad, me paseo por los pasillos nevados de este castillo de hielo, preguntándome cuándo vendrás para derretir los muros congelados de este lugar, y clavar tu espada de fuego en el centro de este tenebroso palacio, donde el eco de mi voz se confunde con el silbido del viento, que enfurecido se topa contra la pared cristalina que me cobija de la soledad que existe allá afuera… Pero no puede hacer nada contra esta triste nostalgia que hace insoportable cada segundo de mi vida, cada minuto que se atreve a desafiar la escarcha de un reloj de arena… Esos granitos de arena que recogí alguna vez, junto al mar, antes de que éste se congelara a causa de mis gemidos.
En un suspiro helado, dejo escapar tu nombre de fuego, y en una lágrima de hiel comprendo que nunca dejaré de ser la princesa de hielo…

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