Mirando el cielo, con la espalda posada en una rama del árbol de la vida, le pregunto a la luna cuándo regresarás...
El fruto de la pasión que me provocan tus ojos sigue intacto desde el día en que partiste...
Ay Lunita... lunita de mi alma... cuándo regresará mi dulce príncipe? Ese que se atrevió a atravesar las murallas de mi castillo de hielo, que mató el dragón de la soledad, que me llenó de vida otra vez... Lo extraño tanto!! Que de tan sólo pensar en su sonrisa, una sonrisa se me dibuja en mis labios... aunque ya estén marchitos de tanto anhelar con sus besos... mis manos poco a poco se van haciendo parte de este árbol... como si de a poco me fuese consumiendo y me voy convirtiendo en su corteza, seca, marchita, áspera... Es así como se siente mi piel, desde que ya no tiene sus caricias...
Cuánto frío hace en este jardín botánico... hasta el corazón parece volver a ser el de una poeta de hielo... esa que se había derretido en el calor de su mirada fugaz... No me preguntes quién soy o de donde vengo... pues ya ni sé cuales son mis verdaderas raíces, porque desde que el viento me trajo hasta aquí, esta planta mágica en cada pena supo consolarme de tal manera que me fui entregando a ella, hasta hacerme parte de su propia piel... de su propia carne... Ya no tengo un alma para entregarle... Y tú lo sabes Luna querida... ya no vale la pena que espere a mi dulce amado... si sólo soy un fantasma, ya ni mi alma me queda en pie para entregarle, mi corazón se transformó en la fruta del pecado... y mi cuerpo es una rama más de este árbol de vida, seco, hueco, vacío como mi esperanza de volver a verlo...
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